martes, 27 de enero de 2015

Muy mía

- Tú eres muy tuya, ¿no?

- Sí, es que aprendí que no era sano ser de todos.

Aún

Aún tengo la herida de aquella noche 
y no sé si algún día se cerrará del todo. 

No fue intencionado, lo sé, pero ni yo era consciente de que mi piel estaba a punto de romperse.

Desde entonces, no creo en las palabras. No solo no en las tuyas, en las de nadie. 

Creo no poder hacerte por ahora ningún bien porque al verte solo pienso en mi daño.

Hibernar


Mientras tenga hibernando mis sentidos todo irá bien y aguantaré el invierno, y las mareas, y los huracanes, y los terremotos... Y ya veremos si también la soledad.

El invierno

El frío se acercaba. Ella buscaba calor bajo las sábanas de cualquier incauto que sucumbiera a su sonrisa. Con los rayos de la mañana salía a hurtadillas, se abrazaba al sol y, con la melancolía atada a cada palabra susurraba. -"Sólo quería una canción que hablara sobre mi".

Qué bonitas son las palabras

Qué bonitas son las palabras, lástima que sepan a poco cuando al escribir abrazo solo pueda sentir el eco del recuerdo y no el calor tu cuerpo junto al mío.

Qué bonitas son, pero qué inútiles cuando prefiero que, en lugar de leer la palabra beso, me obligues a cerrar los ojos y me calles con uno.

Son tan bonitas... Pero tan carentes de sentido cuando un "te quiero" se queda pegado en el papel, sin vida, en lugar de escucharlo de tu boca, y cada letra busque clavárseme en lo más hondo.

Qué fáciles son las palabras y de qué poco valen sin ojos a los que mirar, ni labios a los que besar, sin voz y sin latido. Bonitas, si, pero incompletas

Cada paso


Cada paso que des en esta vida tiene que ir cargado de intención: aunque no sepas donde vayas, has de tener la seguridad de que llegarás a tu destino. Pero te aviso que no hay caminos cortos, nunca los atajos supieron a gloria. Así que trata de ir ligero, los mejores momentos no los guardarás en tu mochila, sino en tu piel.

lunes, 26 de enero de 2015

Eres algo más.

Aunque nos hayan enseñado así, no te defines por la profesión que eliges ni por el dinero que facturas. No perteneces tampoco a un pueblo o una ciudad, por mucho que eso te llene de orgullo. No eres ni blanco, ni negro, ni asiático... No eres una raza. Ni tampoco mujer, hombre, hetero u homo... No eres un sexo o una condición sexual. Eres algo más grande que todas esas pequeñeces, todas esas etiquetas. Eres un ser humano, y el que está a tu lado también, y el de más allá... Y es verdad que cada uno poseemos una energía única y especial, pero todos estamos conectados y vibramos a una misma frecuencia, la de la Tierra.

Hagamos un experimento. Dibuja una línea desde tus pies a la tierra, como si tuvieras una raíz, que llegue bien profundo, al núcleo. Ahora piensa en los miles de millones de seres humanos. ¿Los tienes ya? Somos muchos, ¿eh?. Dibújales también la misma línea desde los pies hasta el centro de la Tierra. Imagina ese centro como un gran corazón. Imagina que ese corazón está latiendo y mandando impulsos a través de esas líneas y que, por lo tanto, llegan hasta nosotros. Estaríamos todos latiendo al mismo tiempo, ¿no sería increíble? Y más increíble sería que quizás, por un momento, sólo por un momento, leyendo esto hayas imaginado un montón de corazones conectados, sólo corazones, sin raza, ni clases social, ni sexo.